miércoles, 4 de mayo de 2011

Ibáñez, Sandra. El señor pata de palo

Señor pata de palo… que gracioso mote, aunque no ha todo el mundo le puede hacer gracia, pues a mi me tenía que hacer. A sí me llamaban, Sr. Pata de palo y todo por culpa del graciosillo de mí amigo. Todo empezó por las prisas, que siempre juegan una mala pasada.
- Pero te quieres dar prisa, que al final perdemos el tren- le dije nervioso a mi mujer
- Ya voy, que me estresas con tanta prisa, tardamos 5 minutos en llegar a la estación
- Eso lo que tu piensas, se tarde 20 por lo menos
Entonces, sentí algo en el pie, ya llevaba todo el día encontrándome mal, pero cuando mi mujer Elizabeth me pisó, sentí como si me hubiera partido por dentro.
- ¡Aaaaaaaahhhhhhh!- fue lo único que puede gritar- ¡me has roto el pie!
- ¿En serio? Lo siento, vamos corriendo al hospital
Salimos de casa escopetados y al llegar al hospital notaba los brazos extraños y tenia muy mala cara, no hacía falta que me viera ningún médico para saber que algo iba realmente mal.
- Ya estamos, tranquilo- me dijo Elizabeth a la vez que una enfermera me cogía en una silla de ruedas y me levaba a una consultas mientras mi mujer daba mis datos en la recepción
- Muy bien señor, me han informado de lo sucedido, quítese el zapato.
Rápidamente fui a quitármelo y entonces, me quede sin habla, a la enfermera se le cayó el fonendo y al medico todo mi historial médico, hojas desperdigas por toda la habitación, piezas rotas del fonendo de la enfermera, pero todos mirábamos una cosa, mi pié de madera.
- No puede ser- dijimos los tres al unísono
Se me había roto el pie literalmente, tenía mi dedo gordo de madera colgando del resto del pie, con unas hojas colgando del tobillo.
- Creo que esto debería verlo un jardinero- dije intentando romper el hielo, y a la enfermera se la escapó una sonrisa, en realidad todo esto era de risa.
Después de un día agotador volvimos a casa, la visita al jardinero había sido… ¿extraña? Cuando entramos al herbolario el hombre no se rió de nosotros, se quedó alucinado y me trato como a una planta más, a si que tengo unas cosas raras que no se ni como se llaman sujetandome el dedo, por suerte, se curará pronto, pero lo que mi me atormentaba era… ¿Qué iba a pasarme? ¿Quien me había hecho esto? ¿Me iba a quedar así siempre? No tenía ni idea. Decidí llamar a Patrick, mi amigo del alma, mi confidente, el lo entendería.
- No te vas a creer lo que me ha pasado…
Empezé a contarlo todo y cuando terminé solo oí una palabra, si se le puede llamar palabra.
- Jajajajajajajajajajajaja
- ¿Pero de que te ries? Es algo muy serio
- No pensaba que surgiría efecto jajajajajaja
- ¿Qué dices?
- ¡Inocente!

1 comentario:

  1. Cuento divertido y bien narrado. Como en el anterior cuento, manejas bien los recursos temporales. El relato empieza al final de la historia, pero el protagonista recuerda lo que ha pasado (analepsis). Y el cuento termina como ha empezado. Señalando que Patrick es un bromista. Has escrito un cuento perfectamente cerrado. Esto es bueno porque lo que anuncias al principio, efectivamente se acaba explicando. Narras adecuadamente la transformación del protagonista y también el humor con que toma su nuevo estado. Buen cuento.

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