domingo, 30 de enero de 2011

El arte de emocionarse

Ô toi qui me nommes danseuse,
sache, aujourd’hui, que je n’ai pas appris à danser.
Tu m’as rencontrée petite et joueuse,
dansant sur la route et chassant devant moi mon ombre bleue.

Colette. Chanson de la danseuse.



El arte nos hace nos hace experimentar emociones intensas, nos empuja a profundizar en la experiencia y nos transforma. Swann experimenta una verdadera epifanía al escuchar la Sonata de Venteuil:

Primeramente sólo saboreó la calidad material de los sonidos segregados por los instrumentos. Le gustó ya mucho ver cómo de pronto por bajo la línea del violín, delgada, resistente, densa y directriz, se elevaba, como en líquido tumulto, la masa de la parte de piano, multiforme, indivisa, plana y enchizada y bemolada por la luz de la luna. Pero en un momento dado, sin poder distinguir claramente un contorno, ni dar un nombre a lo que le agradaba, seducido de golpe, quiso coger una frase o una armonía -no sabía exactamente lo que era- que al pasar le ensanchó el alma, lo mismo que algunos perfumes de rosa que rondan por la húmeda atmósfera de la noche tienen la virtud de dilatarnos la nariz (251).

Swann se va adentrando en la música. Primero, la saborea en sus aspectos materiales. Se deleita con los sonidos. Pero, en un «momento dado», lo material le empuja a querer captar su «armonía», que es algo más inmaterial y poético (García Berrio: 157-158). Swann se zambulle en la emoción que transmite la música y siente cómo se le ensancha el alma. No sabe muy bien el motivo por el que le produce ese efecto, ni qué es eso que trata de captar, pero le hace crecer como persona. La Sonata de Venteuil renueva sus fuerzas para vivir. No puede dar una palabra a lo que experimenta, no puede conceptualizarlo de un modo lógico, pero le hace sentir un momento de plenitud. Swann descubre en la armonía la belleza, que Baumgarten, define del siguiente modo: «como una correspondencia, es decir, un orden entre ambas partes, en sus relaciones mutuas y en su relación con el conjunto. En cuanto al fin de la belleza, es gustar y excitar el deseo (Tolstoi: 8)». Según Baumgarten la belleza, que es «lo perfecto o lo absoluto reconocido por los sentidos»; se corresponde con la bondad, que «es lo perfecto alcanzado por la voluntad moral». Swann tiene una experiencia sublime en que se le revela la belleza, en forma de armonía; y se siente enamorado de la música y de la vida. Se siente inclinado a compartir su vida con quienes le rodean. En vez de guardarse sus opiniones para sí mismo, le gustaría entregarse a la música y relacionarse con los demás de un modo más auténtico. El arte le convierte en una persona más noble que las que le rodean.

En «El arte de la experiencia» ya comentamos como Swann va a asociar la música con Odette. En este momento ya está presente esta vinculación, porque Odette se asocia, a su vez, a la rosa. La comparación entre el efecto de la música para el alma y el de la rosa para el cuerpo es la comparación entre la armonía y Odette. O, dicho con otras palabras, el arte y el amor son sinónimos. Marcel hace el camino inverso. Primero ama a diversas mujeres y, después, se da cuenta que el afecto que tuvo por ellas es la base de su arte. Swann y Marcel tienen en común que experimentan primero la vida material y después descubren en ella el arte. Marcel descubre que su vida cotidiana es inmensamente rica y encuentra en ella el material para sus obras. A Swann, por su parte, se le revela una experiencia sublime en la Sonata de Venteuil. Se podría pensar que el descubrimiento de Swann es natural. La música debiera elevarnos espiritualmente a todos nosotros. Pero, no necesariamente pasa así, porque hace falta cultivar la sensibilidad.

Y cuando Swann hizo uno o dos observaciones concretas sobre la frase que le gustaba, dijo la señora de Verdurin: «Pues, mire usted, nunca me había fijado; bien es verdad que a mí no me gusta meterme en camisa de once varas ni extraviarme en la punta de una aguja; aquí no perdemos el tiempo en pedir peral al olmo, no somos así» (256).

Swann es capaz de entrar en la sonata no porque sea más culto que la señora Verdurin, sino porque es, como ser humano, más sensible al mundo que le rodea: «Quizá por no saber música le fue posible sentir una impresión tan confusa, una impresión de esas que acaso son las únicas puramente musicales, concentradas, absolutamente originales e irreductibles a otro orden cualquiera de impresiones (251)». La ignorancia de Swann sobre música le permite sentirla. No interpone entre él y la música ninguna clase de juicio. Lo que escucha le resulta nuevo y cautivador. Swann se distingue de la señora Verdurin en que él se entrega a la música. Se deja llevar por ella y las impresiones que le genera. Swann experimenta un momento de revelación muy parecido a lo que dice Kandinsky acerca de la experiencia del color en pintura:

Un efecto puramente físico: la fascinación por la belleza y las cualidades del color. El espectador podrá sentir o bien una satisfacción y una alegría semejantes a las del sibarita cuando disfruta de un buen manjar, o bien una excitación como la del paladar ante un manjar picante. Luego se sosiega y la sensación desaparece, como tras haber tocado hielo con los dedos (40).

Swann queda fascinado por la armonía y trata de atrapar la sensación, pero esta va desapareciendo. La experiencia artística surge de un modo súbito y se desvanece, aunque puede, como le pasa a Swann cuando escucha la Sonata de Venteuil por segunda vez, reaparecer. La experiencia artística funciona de este modo tanto para el que percibe una obra como para el que la crea. Swann sólo puede experimentar momentos sublimes cuando la música se los revela, y Marcel sólo llega a ser artista cuando se le revela en qué debe consistir lo que escribirá. Ninguno de los dos puede generar la experiencia artística de modo voluntario. Esto no quiere decir que la relación entre las personas y el arte sea aleatoria. Ni Swann ni Marcel habrían podido experimentar el arte, al nivel que lo hacen, sin los esfuerzos que dedican a aprender acerca de él. Pero, la conquista del arte sigue un proceso de descubrimiento. Tanto a Swann como a Marcel les interesa mucho el arte, pero este se revela en ciertos momentos.

Hasta este momento Swann había vivido sin un ideal, limitando su vida «al logro de las satisfacciones de cada día (253)». Vive de modo superficial y no tiene ningún objetivo. Pero, al escucharla, se siente rejuvenecer, siente que vida puede tener un fin y querría dejarlo todo para entregarse a la música. No se cumplirá todo esto, pero la música le ha transformado. Pese a que muy pocas personas le entienden, Swann es de los pocos personajes auténticos de En busca del tiempo perdido. A la mayor parte de los personajes no les importa verdaderamente el arte. Por ejemplo, se dice del doctor Cottard y su mujer:

Por lo demás, él y su mujer con ese buen sentido propio de algunas gentes del pueblo, se guardaban mucho de dar una opinión o de fingir admiración cuando se trataba de una música que para ellos, según se confesaba luego mutuamente el matrimonio al volver a casa, era tan incomprensible como la pintura del señor Biche (256).

El doctor y su mujer, pero también la señora Verdurin y otros muchos escuchan música y ven pinturas que no entienden y no les importan. Lo hacen sólo por aparentar cultura. Mientras que Swann lo hace porque verdaderamente le satisfacen y le hacen experimentar muchas emociones. Swann descubre en el arte la pasión por vivir, que luego le llevará a amar apasionadamente a Odette. El arte nos ayuda a todos, si dejamos que nos cale, a ser más auténticos y vivir con más intensidad.


Referencias

García Berrio, Antonio y Hernández Fernández, Teresa. Crítica literaria. Iniciación al estudio de la literatura. Madrid: Cátedra. 2008.

Kandinsky, Wassily. De lo espiritual en el arte. México D. F.: PREMIA editora S.A. 1989.

Proust, Marcel. En busca del tiempo perdido. Buenos Aires: Santiago Rueda editor. 1979.

Tolstoi. ¿Qué es el arte? Consultado en: http://www.scribd.com/doc/18650121/Que-es-el-arte-Tolstoi-1898

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