No. Ese libro es toda Fantasía y tú y yo.
Michael Ende. La historia interminable.
Gee afirma que: «si el lenguaje es lo que nos hace humanos, parece que la alfabetización es lo que nos hace civilizados (Álvarez, p. 25)». El ser humano necesita escribir y, cuando lo hace, se desarrolla en diversos ámbitos. Esto cobra especial relevancia en nuestra sociedad, donde prima «el control de la información y del conocimiento (Fernández, p. 14)». Cada individuo es capaz de desarrollarse en la medida que adquiere capacidad lingüística para desarrollar su propio discurso, para comunicárselo a los demás y para hacer valer sus puntos de vista en su comunidad. Trabajar la competencia escritora es una manera de lograr estos objetivos. Vamos a reflexionar sobre esos ámbitos tomando como guión el libro Competencias básicas en escritura de Teodoro Álvarez Angulo. Extraeremos aquellas citas que nos parecen más interesantes para pensar acerca del proceso de escritura.
I. Fundamentos de la escritura[1]
1. Escritura y sociedad
Puede parecernos que la Literatura es algo poco importante y que sólo nos sirve para entretenernos. En nuestra vida diaria, es evidente la importancia del fontanero, del médico y del arquitecto, por poner tres ejemplos. Necesitamos que, al girar el grifo, salga agua; que alguien se ocupe de nuestra salud; y que, también, alguien diseñe edificios donde vivir, abrir negocios, ir de compras, celebrar cultos… Pero, el escritor, ¿vale para algo? Creemos que sí, pero, es menos evidente (tal vez). El escritor se da cuenta que la sociedad en que vive no le satisface porque pone límites al crecimiento humano, por lo que se dispone a mejorarla (Vargas Llosa, p. 28). El escritor invita a las demás personas a pensar por sí mismas y a que lean, a que se eduquen, que «es la mejor manera de conseguir que el Estado de una sociedad avanzada pueda apoyar a sus ciudadanos (Fernández, p. 17). Por otra parte, las obras literarias nos descubren territorios desconocidos de la existencia (Kundera, p. 55), enriquecen «nuestro intelecto y nuestra sensibilidad para poder identificar, dentro del vértigo infinito que es la realidad, planos o niveles […] que antes ignorábamos o sobre los que teníamos una idea insuficiente o estereotipada (Vargas Llosa, pp. 98-99)». El escritor tiene una función social importante, pero va a ser muy raro que tenga el reconocimiento que se la da al médico, por seguir con uno de los ejemplos ofrecidos antes. Tan solo ocurre en aquellos escritores consagrados, como dice Bashevis: «When I was a young boy, they called me a liar. Now that I’m all grown up, they call me a writer». Sin embargo, Álvarez recoge trabajos que afirman que «el lenguaje está estrechamente relacionado con la acción (p. 19)». La escritura tiene un valor práctico mayor del que pudiera parecer a primera vista, porque «las verdaderas causas de la acción humana son la cultura» y buena parte de ésta se crea al escribir.
2. Escritura y cognición
La escritura requiere y ejercita muchas habilidades y conocimientos: «a) las estructuras sintácticas; b) el contenido semántico; c) los indicadores de cohesión; d) el género y el tipo de texto; e) las formas léxicas y sus relaciones; f) las dimensiones estilísticas y el registro; g) el conocimiento del mundo; h) los procesos motivacionales y emocionales; e i) la creatividad (Álvarez, p. 48)». Mientras escribimos, estamos trabajando categorías lingüísticas, fundamentales en el colegio, pero relevantes para todos nosotros; relacionamos lo escrito con la Realidad; y, cada uno de nosotros, crece personalmente y en su capacidad para crear. Escribir es un trabajo complejo, que implica procesos lingüísticos, cognitivos y emocionales. En el libro de Álvarez (p. 47) se señalan con más detalle los aspectos que intervienen en la escritura. Tanto en la síntesis que acabamos de ofrecer, como en el libro de Álvarez, se pone de relieve que escribir tiene beneficios personales en muy diferentes áreas.
Tenemos ejemplos de individuos, ficticios (Soledad, personaje de la novela Los hilos del corazón de Carole Martínez) y autores reales (Cortázar, pp. 66- 67), que descubrieron que escribir les ayudaba a crecer. Además de estos descubrimientos, que hemos realizado algunos de modo particular; tenemos la posibilidad de ayudar a otros a crecer fomentando la escritura. Para ello disponemos de modelos de escritura que se centran en: «a) analizar la complejidad de la actividad del alumno y comprender las posibles dificultades con que se encuentra el individuo a la hora de redactar […]; b) analizar determinadas dimensiones de la práctica de enseñanza respecto de la planificación y de la revisión […]; c) diseñar instrumentos de ayuda para la escritura y reescritura (Álvarez, p. 49)». Estos modelos nos sirven como instrumento para que las personas se desarrollen en los aspectos mencionados. Si tanto en los distintos niveles educativos como en los talleres de escritura, cuidamos que las personas adquieran mayores capacidades para escribir; esto repercutirá en que crecerán como seres humanos. Dice Álvarez que escribir es un medio de adquirir conocimientos. Es también un medio para que cada uno de nosotros nos desarrollemos. Nos sirve para comunicarnos con nosotros mismos y con los demás, para pensar y emocionarnos, para recrear e imaginar… Cubre cuantas necesidades tengamos, siempre que sepamos emplear el lenguaje para el fin que pretendemos.
Todos nosotros necesitamos que alguien nos enseñe a escribir[2]. Aprender a escribir es un proceso complejo. Aun cuando conozcamos el código escrito (Acquaroni, p. 330), siempre tenemos la posibilidad de seguir aprendiendo. Esta mejora es una necesidad, porque vivimos en sociedad y necesitamos expresar infinidad de mensajes. La sociedad cambia tan rápido que «no hay tiempo para que una institución y un colectivo “transmisores” desempeñen eficazmente su labor (Fernández, p. 12)». Cada uno de nosotros tiene que encontrar las palabras para comprender el mundo que le rodea y para comunicarse con él. Cuanto mejor escribamos más posibilidades tenemos de comunicarnos con los demás (Acquaroni, p. 44). En Escribir es vivir, José Luis Sampedro expone que, para él, escribir y vivir son lo mismo. Lo que, a lo largo de su vida, ha sentido, pensado, hecho y vivido le han conformado a él como persona y a sus obras. Tanto en su vida como en su obra, lo que pretende es descubrirse a sí mismo y a los demás (p. 17). Este es un testimonio particular. Puede que otros autores tengan visiones diferentes. Pero, por lo general, lo que nos motiva a escribir es nuestra experiencia vital (Magris, p. 16), normalmente asociada a las relaciones que tenemos con otras personas; y se escribe, la mayor parte de los casos, para comunicársela a los demás. En este momento estamos pensando en escritura creativa y no pretendemos establecer leyes. Pero, la escritura, en general, tiene una función comunicativa y cada uno imprimimos en el papel nuestro estilo para expresarnos a nosotros mismos y mostrar nuestro mundo. Y nuestro mundo está formado, principalmente, por las personas que nos rodean. Por este motivo, consideramos que el proceso de escritura es fruto de dos elementos: 1) nuestras interacciones con otros seres humanos. La mayor parte de las veces escribimos para compartir con los demás algo que aprendimos; 2) el empeño que ponemos en traducir a palabras aquello que queremos comunicar.
A veces, escribir es estar con los demás, compartir ideas e ir redactando un texto común. Así pasa tanto en el ámbito académico, cuando varios alumnos se juntan a escribir un trabajo para clase; como en el Taller de escritura, cuando escriben un cuento entre varias personas. Otras veces, cada uno de nosotros debe escribir en solitario y, a ser posible, en soledad. En el ámbito académico, hay otros trabajos que debemos desarrollarlos por nosotros mismos y en el taller aprendemos a escribir nuestro propio cuento. Es importante que cada unos de nosotros aprenda a escribir con los demás y a escribir sólo, porque ambos aspectos son relevantes en nuestro desarrollo cognitivo. Debemos ser capaces de colaborar a construir discurso colectivo e individual, porque somos tanto ciudadanos como individuos, respectivamente.
II. Didáctica de la escritura
3. Enseñar y aprender a escribir
Enseñar a escribir consiste en guiar a la persona a lo largo de todo los elementos que conforman el proceso de escritura:
Enseñar y aprender a escribir o redactar un texto consiste de forma más o menos simultánea y permanente a quién va dirigido (destinatario, audiencia), qué se pretende conseguir con él (intención), cómo se organiza un texto (planificación, redacción, revisión y edición), cómo se ha de transmitir (género discursivo, normas de textualidad y regularidades lingüístico-textuales), y cómo motivar y tutelar el proceso de escritura (guía de ayuda para antes de escribir, durante el proceso de escritura y después de haber escrito: la revisión) (Álvarez, p. 82).
No nos basta con saber escribir frases sin faltas de ortografía y sintácticamente correctas. Escribir un texto exige un conjunto de procesos mucho mayor. Tenemos que tener presentes elementos pragmáticos, retóricos, discursivos, metacognitivos… Y nadie puede esperar que esto surja espontáneamente. Alguien deberá guiar nuestro desarrollo humano a través de la escritura. Escribir es un proceso, o, en las palabras de Álvarez: «es preparar o planificar, mediante el manejo de información o documentación, la representación de la misma mediante esquemas, mapas conceptuales, resúmenes, que, ateniéndose a las normas de textualidad, contribuyen a ordenar en un texto el caos de la información obtenida, y abocan a la elaboración de borradores o textos intermedios hasta lograr el texto definitivo (pp. 83-84)». El texto definitivo es el resultado, pero, para llegar hasta él, primero tenemos que investigar, extraer información e irla ordenando, para darle forma escrita. Escribir es una manera de aprendizaje activo.
4. Escribir para contar
El ser humano necesita contar y escuchar cuentos. Vargas Llosa relata que fue un viaje a las tribus machiguengas fue lo que le inspiró a escribir El hablador. En su estancia le dijeron que había un hombre, un hablador, que iba de tribu en tribu contando historias:
A ratos me emocionaba mucho pensando que, allí, en esa comunidad tan primitiva, que en cierta forma no había salido de la Edad de piedra, yo tenía un colega. Yo, aspirante a escritor, tenía un colega. Alguien que dedicaba enteramente su vida a lo que yo hubiera querido dedicarla. A contar historias. Porque eso era lo que hacía el hablador. Recorría las inmensas selvas de la Amazonía llevando y trayendo historias de uno a otro de los pueblecitos y de las familias de los machiguengas. Y me resultaba emocionante pensar que estos contadores de cuentos, en cierta forma, eran como las venas, a través de las cuales la comunidad vivía. Es decir, se sentía solidaria, compartiendo algunos denominadores comunes: la lengua, las historias, los mitos, las leyendas e incluso las chismografías[3].
Las historias no le pertenecen en exclusiva al mundo ilustrado, sino que son patrimonio de la humanidad. En su conferencia, Vargas Llosa se siente admirado ante la figura del hablador, un individuo que, con la palabra, construye la sociedad. Va de una tribu a otra contando sus experiencias, las noticias de otros lugares y toda clase de historias, ficticias y reales. Estas «habladurías» o historias crean vínculos entre personas que viven desperdigadas por la selva amazónica. Sin ellas, probablemente, no sería posible que estas personas tuvieran un sentido de comunidad. Las tribus perderían el contacto, dejarían de saber de los demás y de identificarse entre sí en lo que les cuenta el hablador y, por lo tanto, ya no se sentirían hermanadas. El hablador o contador de historias es quien mantiene unidas a las personas de una sociedad. Toda comunidad necesita de personas que cuenten historias. Los relatos cumplen funciones sociales de gran importancia y no están reservados a una élite de intelectuales, sino que son una necesidad humana de primer orden. El escritor y sus historias son tan útiles como el fontanero, el médico y el arquitecto.
El hablador machiguenga, o cualquier hablador, y sus historias entretienen a sus oyentes. Pero, además, les informa sobre el exterior, les enseña su experiencia y espolea su capacidad para imaginar. Recoge Álvarez estudios que muestran que el relato es un instrumento intelectual: «Bruner (1990 y 1997) postula que la narración es una forma de pensar, una estructura para organizar nuestro pensamiento y un vehículo en el proceso de la educación (p. 108)». Narrar es uno de los vehículos que tenemos para crear conocimientos. Esto está simbolizado en La historia interminable, cuando Bastián enseña a los ciudadanos de Amarganz sus orígenes con un relato.
Y Bruner, de nuevo, nos dice que el relato es, además, un instrumento para el crecimiento personal: «Solamente en una modalidad narrativa pude uno construir una identidad y encontrar un lugar en la cultura propia (Álvarez, p. 109)». Cada uno de nosotros escribimos nuestra historia a través de las palabras que escogemos para comunicarnos y para pensar acerca de nosotros mismo. Dice Álex Rovira que el lenguaje nos permite «elegir en cada instante nuestras palabras para relacionarnos con los demás, incluso para relacionarnos con nosotros mismos». José Bastida, el protagonista de La saga fuga de J. B. de Torrente Ballester, al comienzo de la obra es un individuo vacío, «un recipiente mudo (p. 43)», pero tiene inclinación a contar historias. Gracias a ello se crea primero unos alter-egos: «cada uno con una manera de pensar y actuar diferente y, no obstante, muy próximos a su creador (Sevilla)»; después, se identifica con Barallobre, que es una persona real; y, por último, es capaz de asumir como propias las características de todos los J. B.: «Al pasar a ser Jerónimo Ballantyne su cuerpo crece y cuando es Jacobo Balseyro da muestras de una decisión y un valor que no había tenido hasta entonces». José Bastida pasa de no tener identidad, a convertirse en uno de los personajes más importantes de Castroforte del Baralla, gracias a su capacidad para narrar.
Los seres humanos tratamos de comprender la Realidad a través de lo que escribimos. Con cada nuevo texto que escribimos, descubrimos nosotros mismos y les descubrimos a los demás un fragmento del mundo: «Su arte consiste en combinar palabras, y lo mismo que un bodegón o un paisaje van saliendo poco a poco de los tubos de pintura, podríamos decir que un cuento, una novela, dormían desde siempre en las páginas del diccionario, o en la cabeza de quien las escribe (Álvarez, p. 111)». Cada uno de los textos que escribimos amplía nuestro conocimiento, pero, como bien dice Borges en La biblioteca de Babel: «El universo (que otros llaman la Biblioteca) se componte de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente». Los escritores, de cualquier disciplina, nos enfrentamos a un reto inmenso. Dice Claudio Magris que «la literatura está siempre buscando, impresionada por algo que se encuentra y que después, según el temperamento del escritor, aparece representado de manera más fiel o más imaginativa, más reconocible o irreconocible, en definitiva transformado (p. 15)». Borges no hace distinciones entre tipos de libros, porque todos ellos nos ofrecen «soluciones», a los distintos problemas que se nos presentan en la vida. Pero, cada libro sólo nos da algunas claves, por lo que debemos seguir escribiendo. No importa lo mucho que se haya escrito previamente. Siempre tendremos libros por escribir, para acercarnos a resolver grandes cuestiones, para estar algo más próximos de construir la Biblioteca de Babel. Escribir nos ofrece una vía para crecer sin límites como seres humanos.
El ser humano tiene la necesidad de ser creativo, de inventar y encontrarse a sí mismo en el modo con que cuenta historias. Tiene «que inventar sus propias expresiones (Kohan, 1998). Observar, anotar, imaginar personalmente, decirlo de un modo original (Álvarez, p. 112)». Vargas Llosa es uno de los muchos autores que señala que lo principal en la escritura es «buscar y encontrar el estilo propio (p. 48)». Pero no por una mera cuestión formal, sino porque, a través de las palabras, descubrimos el mundo. Nuestra capacidad para manejarlas y, si es preciso, inventarlas; nos permite dominar la Realidad. Las palabras son las herramientas con las que designamos lo que hay en el mundo, clasificamos sus elementos y planificamos nuestras acciones. Matías Martí, personaje de La colmena, no es un poeta, sino un inventor de palabras y dice: «Yo soy un inventor de palabras, un creador del lenguaje. Con lo cual, contribuyo a enriquecer el léxico[4]». Las palabras son nuestro instrumento para pensar y expresarnos. Cada uno de nosotros ha de trabajar con ellas en las diferentes situaciones que se presentan a lo largo de la vida. Matías Martí inventa palabras para darnos herramientas con que apoderarnos de la Realidad.
5. Escribir para describir
La descripción puede jugar un papel muy importante a la hora de escribir. Ésta «es muy frecuente en la vida social, y también en la escuela, en la formación y en la investigación (p. 119)». Gracias a ella podemos comunicar nuestras experiencias, lo que nos rodea y lo que imaginamos. Describir es una manera de las maneras para descubrir la Realidad. Cualquier parte de ella. La más hermosa, como la mujer del soneto XXIII de Garcilaso: «En tanto que de rosa y de azucena se muestra la color en vuestro gesto, y que vuestro mirar ardiente, honesto, con clara luz la tempestad serena[5]» y la más horrible, como Dagon, en el relato homónimo de Lovecraft: «Entonces, de repente, lo vi. Tras una leve agitación que delataba su ascensión a la superficie, la entidad surgió a la vista sobre las aguas oscuras. Inmenso, repugnante, aquella especie de Polifemo saltó hacia el monolito como un monstruo formidable y pesadillesco, y lo rodeó con sus brazos enormes y escamosos, al tiempo que inclinaba la cabeza y profería ciertos gritos acompasados». Nada se resiste a la descripción, si tenemos perecía al escribirla.
6. Escribir para exponer y explicar
Los textos expositivos son de gran importancia académica y para el desarrollo del conocimiento. «Comprender y producir textos expositivos, en los ámbitos académicos, como se dice más arriba, citando a Bereiter y Scardamalia (1987), ofrece a los estudiantes la oportunidad de trabajar con su propio pensamiento, en cuanto que pueden aclarar significados, localizar inconsecuencias y contrasentidos, descubrir implicaciones y establecer conexiones entre fragmentos de conocimiento previamente aislados (Álvarez, p. 144)». Cuando exponemos acerca de algún tema, hemos de revisar qué sabemos sobre ese tema y qué no sabemos. Hemos de investigar e ir ordenando nuestros pensamientos de acuerdo a un plan. Y, además, con cierta frecuencia, vamos percibiendo de qué manera aprendemos aquello que estamos investigando. Cada uno de nosotros busca información, organiza los datos, piensa sobre ellos y los escribe con un estilo diferente. Mientras preparamos textos expositivos, aprendemos todo esto. Como dice Álvarez, la escritura es un medio de adquisición de conocimientos de amplio rango, porque la exposición es aplicable a cualquier tema. Dicho de esta manera, pudiera parecer que todos los textos expositivos tienen la misma forma con diferente contenido. Esto sería desastroso, porque llevaría a asumir que en este tipo de textos no hay ningún reto de escritura. No obstante, cada texto «tiene su “propia gramática” (Álvarez, p. 146)». Disponemos de un esquema prototípico de la exposición: pregunta + resolución + conclusión (p. 147). Pero, a la hora de escribir el texto, cada uno de nosotros ha de formular una pregunta interesante, encontrar datos que satisfagan la incógnita y extraer una conclusión que amplíe el conocimiento que se tenía previamente. Y, en cada caso, tendremos que esforzarnos hasta dar con la redacción que haga claro el proceso que hemos seguido. Escribir, tanto en el colegio como en el taller, es una herramienta para que cada uno de nosotros nos impliquemos en la construcción del conocimiento.
7. Escribir para argumentar y contraargumentar
«La argumentación es un tipo de texto muy frecuente en los usos orales y escritos de la lengua (Álvarez, p. 166)» porque es una función principal de la comunicación. Cuando expresamos algo queremos tener un efecto sobre nuestro interlocutor: «desde el momento en que hablamos, ya estamos argumentando, en cuanto que toda palabra es el resultado concreto de la enunciación en situación, pues lo que quiere decir es lo que quiere hacer decir al otro, para transformar su manera de ver las cosas o para hacer actuar de otra manera (p. 170)». En la Literatura tenemos muy buenos ejemplos de persuasión. Los autores nos presentan universos que no existen, pero, si son hábiles, nos convencen de lo contrario. Leemos lo que pasa en sus novelas como si fuese de verdad y vivimos todo aquello que nos cuentan. Dice Vargas Llosa que: «El poder de persuasión de una novela persigue […] acortar la distancia que separa la ficción de la realidad y, borrando esa frontera, hacer vivir al lector aquella mentira como si fuera la más imperecedera verdad (p. 36)». Cuanto mejor manejemos las palabras, más capacidad tendremos para hacer que les lleguen a los otros. La palabra persuasión se carga aquí del valor más positivo que podamos pensar. Todo lo que hemos aprendido, todo lo que llevamos en nuestro interior o todo lo que imaginamos se lo podemos regalar a los demás. Pero, para ello, hay que adquirir una técnica depurada, como dice García Márquez: «Trata de hipnotizar al lector para que no piense sino en el cuento que tú le estás contando. Y eso requiere una enorme cantidad de clavos, de tornillos y de bisagras para que no despierte»[6]. Debemos persuadir, no por cambiar las ideas de los demás, sino porque, cuando estamos dialogando con alguien, las argumentaciones y contraargumentaciones que se suceden nos enriquecen. Todos, en mayor o menor medida, somos lectores y escritores. Todos nos sumergimos en lo que otros cuentan los buenos habladores y queremos ser esos buenos habladores para los demás.
En conclusión, la escritura nos ofrece muchas posibilidades para crecer. Cada tipo de texto tiene una aplicación, pero, cuando una persona escribe un texto, lo hace de un modo creativo, de acuerdo a su experiencia personal. Es muy deseable potenciar la capacidad para escribir de las personas porque les habilita para expresarse, pensar y conocerse a sí mismos. Es una manera de hacer a las personas un poco más logorricos (Fernández, p. 15). Asimismo, la historias unen a las personas que las escuchan. Podríamos decir que escribir nos ayuda a crecer como individuos y nos vincula a los demás.
Referencias
Álvarez Angulo, Teodoro. Competencias básicas en escritura. Barcelona: Octaedro. 2010.
Borges, Jorge Luis. La biblioteca de Babel. Consultado en: http://www.literaberinto.com/
Camus, Mario. La colmena. 1982.
Cortázar, Julio. Último round. Méjico: Siglo XXI editores. 2004.
Fernández Enguita, Mariano. La institución escolar en la sociedad de la información y el conocimiento. En Rafel Feito (Coord). Sociología de la educación secundaria. Barcelona: Graó. 2010.
García Márquez, García. Leer, comprender, escribir. http://www.youtube.com/watch?v=e0E8XgdkQK4
Kundera, Milan. El arte de la novela. Barcelona: Tusquets, 2004.
Magris, Claudio. Narrar con la realidad. Madrid: Editorial Complutense. 2009.
Rovira Celma, Álex. Divinas palabras. País semanal. 11-3-2007.
Sampedro, José Luis. Escribir es vivir. Barcelona: Plaza y Janés. 2005.
Sevilla Vallejo, Santiago. José Bastida: co-inventor de Castroforte del Baralla. El metalenguaje en La saga/fuga de J. B. de Torrente Ballester. Ponencia del Congreso global de Metapoesía Madrid 2010. En prensa.
Torrente Ballester, Gonzalo. La saga/fuga de J. B. Madrid: El País clásicos españoles. 2005.
Vargas Llosa, Mario. Cartas a un joven novelista. Barcelona: Ariel. 1997.
Vargas Llosa, Mario. Escribir una novela. Conferencia que tuvo lugar en la Fundación Juan March el 25-9-2007. Accesible en: http://www.march.es/conferencias/anteriores/voz.asp?id=1541
[1] Seguimos los epígrafes del libro de Álvarez.
[2] Podemos aprender de una persona que nos dé claves de escritura o de los mismos textos. Pero, en cualquier caso, aprender escribir es un proceso, con sucesivas conquistas, guiado por un modelo.
[3] Estas palabras pertenecen a la conferencia Escribir una novela. Hemos realizado la transcripción del archivo sonoro de la Fundación Juan March.
[4] Hemos transcrito estas palabras de la película.
[5] Las citas de este apartado pertenecen a textos clásicos, fácilmente localizables en Internet.
[6] Hemos transcrito un fragmento del video: Leer, comprender, escribir.
Michael Ende. La historia interminable.
Gee afirma que: «si el lenguaje es lo que nos hace humanos, parece que la alfabetización es lo que nos hace civilizados (Álvarez, p. 25)». El ser humano necesita escribir y, cuando lo hace, se desarrolla en diversos ámbitos. Esto cobra especial relevancia en nuestra sociedad, donde prima «el control de la información y del conocimiento (Fernández, p. 14)». Cada individuo es capaz de desarrollarse en la medida que adquiere capacidad lingüística para desarrollar su propio discurso, para comunicárselo a los demás y para hacer valer sus puntos de vista en su comunidad. Trabajar la competencia escritora es una manera de lograr estos objetivos. Vamos a reflexionar sobre esos ámbitos tomando como guión el libro Competencias básicas en escritura de Teodoro Álvarez Angulo. Extraeremos aquellas citas que nos parecen más interesantes para pensar acerca del proceso de escritura.
I. Fundamentos de la escritura[1]
1. Escritura y sociedad
Puede parecernos que la Literatura es algo poco importante y que sólo nos sirve para entretenernos. En nuestra vida diaria, es evidente la importancia del fontanero, del médico y del arquitecto, por poner tres ejemplos. Necesitamos que, al girar el grifo, salga agua; que alguien se ocupe de nuestra salud; y que, también, alguien diseñe edificios donde vivir, abrir negocios, ir de compras, celebrar cultos… Pero, el escritor, ¿vale para algo? Creemos que sí, pero, es menos evidente (tal vez). El escritor se da cuenta que la sociedad en que vive no le satisface porque pone límites al crecimiento humano, por lo que se dispone a mejorarla (Vargas Llosa, p. 28). El escritor invita a las demás personas a pensar por sí mismas y a que lean, a que se eduquen, que «es la mejor manera de conseguir que el Estado de una sociedad avanzada pueda apoyar a sus ciudadanos (Fernández, p. 17). Por otra parte, las obras literarias nos descubren territorios desconocidos de la existencia (Kundera, p. 55), enriquecen «nuestro intelecto y nuestra sensibilidad para poder identificar, dentro del vértigo infinito que es la realidad, planos o niveles […] que antes ignorábamos o sobre los que teníamos una idea insuficiente o estereotipada (Vargas Llosa, pp. 98-99)». El escritor tiene una función social importante, pero va a ser muy raro que tenga el reconocimiento que se la da al médico, por seguir con uno de los ejemplos ofrecidos antes. Tan solo ocurre en aquellos escritores consagrados, como dice Bashevis: «When I was a young boy, they called me a liar. Now that I’m all grown up, they call me a writer». Sin embargo, Álvarez recoge trabajos que afirman que «el lenguaje está estrechamente relacionado con la acción (p. 19)». La escritura tiene un valor práctico mayor del que pudiera parecer a primera vista, porque «las verdaderas causas de la acción humana son la cultura» y buena parte de ésta se crea al escribir.
2. Escritura y cognición
La escritura requiere y ejercita muchas habilidades y conocimientos: «a) las estructuras sintácticas; b) el contenido semántico; c) los indicadores de cohesión; d) el género y el tipo de texto; e) las formas léxicas y sus relaciones; f) las dimensiones estilísticas y el registro; g) el conocimiento del mundo; h) los procesos motivacionales y emocionales; e i) la creatividad (Álvarez, p. 48)». Mientras escribimos, estamos trabajando categorías lingüísticas, fundamentales en el colegio, pero relevantes para todos nosotros; relacionamos lo escrito con la Realidad; y, cada uno de nosotros, crece personalmente y en su capacidad para crear. Escribir es un trabajo complejo, que implica procesos lingüísticos, cognitivos y emocionales. En el libro de Álvarez (p. 47) se señalan con más detalle los aspectos que intervienen en la escritura. Tanto en la síntesis que acabamos de ofrecer, como en el libro de Álvarez, se pone de relieve que escribir tiene beneficios personales en muy diferentes áreas.
Tenemos ejemplos de individuos, ficticios (Soledad, personaje de la novela Los hilos del corazón de Carole Martínez) y autores reales (Cortázar, pp. 66- 67), que descubrieron que escribir les ayudaba a crecer. Además de estos descubrimientos, que hemos realizado algunos de modo particular; tenemos la posibilidad de ayudar a otros a crecer fomentando la escritura. Para ello disponemos de modelos de escritura que se centran en: «a) analizar la complejidad de la actividad del alumno y comprender las posibles dificultades con que se encuentra el individuo a la hora de redactar […]; b) analizar determinadas dimensiones de la práctica de enseñanza respecto de la planificación y de la revisión […]; c) diseñar instrumentos de ayuda para la escritura y reescritura (Álvarez, p. 49)». Estos modelos nos sirven como instrumento para que las personas se desarrollen en los aspectos mencionados. Si tanto en los distintos niveles educativos como en los talleres de escritura, cuidamos que las personas adquieran mayores capacidades para escribir; esto repercutirá en que crecerán como seres humanos. Dice Álvarez que escribir es un medio de adquirir conocimientos. Es también un medio para que cada uno de nosotros nos desarrollemos. Nos sirve para comunicarnos con nosotros mismos y con los demás, para pensar y emocionarnos, para recrear e imaginar… Cubre cuantas necesidades tengamos, siempre que sepamos emplear el lenguaje para el fin que pretendemos.
Todos nosotros necesitamos que alguien nos enseñe a escribir[2]. Aprender a escribir es un proceso complejo. Aun cuando conozcamos el código escrito (Acquaroni, p. 330), siempre tenemos la posibilidad de seguir aprendiendo. Esta mejora es una necesidad, porque vivimos en sociedad y necesitamos expresar infinidad de mensajes. La sociedad cambia tan rápido que «no hay tiempo para que una institución y un colectivo “transmisores” desempeñen eficazmente su labor (Fernández, p. 12)». Cada uno de nosotros tiene que encontrar las palabras para comprender el mundo que le rodea y para comunicarse con él. Cuanto mejor escribamos más posibilidades tenemos de comunicarnos con los demás (Acquaroni, p. 44). En Escribir es vivir, José Luis Sampedro expone que, para él, escribir y vivir son lo mismo. Lo que, a lo largo de su vida, ha sentido, pensado, hecho y vivido le han conformado a él como persona y a sus obras. Tanto en su vida como en su obra, lo que pretende es descubrirse a sí mismo y a los demás (p. 17). Este es un testimonio particular. Puede que otros autores tengan visiones diferentes. Pero, por lo general, lo que nos motiva a escribir es nuestra experiencia vital (Magris, p. 16), normalmente asociada a las relaciones que tenemos con otras personas; y se escribe, la mayor parte de los casos, para comunicársela a los demás. En este momento estamos pensando en escritura creativa y no pretendemos establecer leyes. Pero, la escritura, en general, tiene una función comunicativa y cada uno imprimimos en el papel nuestro estilo para expresarnos a nosotros mismos y mostrar nuestro mundo. Y nuestro mundo está formado, principalmente, por las personas que nos rodean. Por este motivo, consideramos que el proceso de escritura es fruto de dos elementos: 1) nuestras interacciones con otros seres humanos. La mayor parte de las veces escribimos para compartir con los demás algo que aprendimos; 2) el empeño que ponemos en traducir a palabras aquello que queremos comunicar.
A veces, escribir es estar con los demás, compartir ideas e ir redactando un texto común. Así pasa tanto en el ámbito académico, cuando varios alumnos se juntan a escribir un trabajo para clase; como en el Taller de escritura, cuando escriben un cuento entre varias personas. Otras veces, cada uno de nosotros debe escribir en solitario y, a ser posible, en soledad. En el ámbito académico, hay otros trabajos que debemos desarrollarlos por nosotros mismos y en el taller aprendemos a escribir nuestro propio cuento. Es importante que cada unos de nosotros aprenda a escribir con los demás y a escribir sólo, porque ambos aspectos son relevantes en nuestro desarrollo cognitivo. Debemos ser capaces de colaborar a construir discurso colectivo e individual, porque somos tanto ciudadanos como individuos, respectivamente.
II. Didáctica de la escritura
3. Enseñar y aprender a escribir
Enseñar a escribir consiste en guiar a la persona a lo largo de todo los elementos que conforman el proceso de escritura:
Enseñar y aprender a escribir o redactar un texto consiste de forma más o menos simultánea y permanente a quién va dirigido (destinatario, audiencia), qué se pretende conseguir con él (intención), cómo se organiza un texto (planificación, redacción, revisión y edición), cómo se ha de transmitir (género discursivo, normas de textualidad y regularidades lingüístico-textuales), y cómo motivar y tutelar el proceso de escritura (guía de ayuda para antes de escribir, durante el proceso de escritura y después de haber escrito: la revisión) (Álvarez, p. 82).
No nos basta con saber escribir frases sin faltas de ortografía y sintácticamente correctas. Escribir un texto exige un conjunto de procesos mucho mayor. Tenemos que tener presentes elementos pragmáticos, retóricos, discursivos, metacognitivos… Y nadie puede esperar que esto surja espontáneamente. Alguien deberá guiar nuestro desarrollo humano a través de la escritura. Escribir es un proceso, o, en las palabras de Álvarez: «es preparar o planificar, mediante el manejo de información o documentación, la representación de la misma mediante esquemas, mapas conceptuales, resúmenes, que, ateniéndose a las normas de textualidad, contribuyen a ordenar en un texto el caos de la información obtenida, y abocan a la elaboración de borradores o textos intermedios hasta lograr el texto definitivo (pp. 83-84)». El texto definitivo es el resultado, pero, para llegar hasta él, primero tenemos que investigar, extraer información e irla ordenando, para darle forma escrita. Escribir es una manera de aprendizaje activo.
4. Escribir para contar
El ser humano necesita contar y escuchar cuentos. Vargas Llosa relata que fue un viaje a las tribus machiguengas fue lo que le inspiró a escribir El hablador. En su estancia le dijeron que había un hombre, un hablador, que iba de tribu en tribu contando historias:
A ratos me emocionaba mucho pensando que, allí, en esa comunidad tan primitiva, que en cierta forma no había salido de la Edad de piedra, yo tenía un colega. Yo, aspirante a escritor, tenía un colega. Alguien que dedicaba enteramente su vida a lo que yo hubiera querido dedicarla. A contar historias. Porque eso era lo que hacía el hablador. Recorría las inmensas selvas de la Amazonía llevando y trayendo historias de uno a otro de los pueblecitos y de las familias de los machiguengas. Y me resultaba emocionante pensar que estos contadores de cuentos, en cierta forma, eran como las venas, a través de las cuales la comunidad vivía. Es decir, se sentía solidaria, compartiendo algunos denominadores comunes: la lengua, las historias, los mitos, las leyendas e incluso las chismografías[3].
Las historias no le pertenecen en exclusiva al mundo ilustrado, sino que son patrimonio de la humanidad. En su conferencia, Vargas Llosa se siente admirado ante la figura del hablador, un individuo que, con la palabra, construye la sociedad. Va de una tribu a otra contando sus experiencias, las noticias de otros lugares y toda clase de historias, ficticias y reales. Estas «habladurías» o historias crean vínculos entre personas que viven desperdigadas por la selva amazónica. Sin ellas, probablemente, no sería posible que estas personas tuvieran un sentido de comunidad. Las tribus perderían el contacto, dejarían de saber de los demás y de identificarse entre sí en lo que les cuenta el hablador y, por lo tanto, ya no se sentirían hermanadas. El hablador o contador de historias es quien mantiene unidas a las personas de una sociedad. Toda comunidad necesita de personas que cuenten historias. Los relatos cumplen funciones sociales de gran importancia y no están reservados a una élite de intelectuales, sino que son una necesidad humana de primer orden. El escritor y sus historias son tan útiles como el fontanero, el médico y el arquitecto.
El hablador machiguenga, o cualquier hablador, y sus historias entretienen a sus oyentes. Pero, además, les informa sobre el exterior, les enseña su experiencia y espolea su capacidad para imaginar. Recoge Álvarez estudios que muestran que el relato es un instrumento intelectual: «Bruner (1990 y 1997) postula que la narración es una forma de pensar, una estructura para organizar nuestro pensamiento y un vehículo en el proceso de la educación (p. 108)». Narrar es uno de los vehículos que tenemos para crear conocimientos. Esto está simbolizado en La historia interminable, cuando Bastián enseña a los ciudadanos de Amarganz sus orígenes con un relato.
Y Bruner, de nuevo, nos dice que el relato es, además, un instrumento para el crecimiento personal: «Solamente en una modalidad narrativa pude uno construir una identidad y encontrar un lugar en la cultura propia (Álvarez, p. 109)». Cada uno de nosotros escribimos nuestra historia a través de las palabras que escogemos para comunicarnos y para pensar acerca de nosotros mismo. Dice Álex Rovira que el lenguaje nos permite «elegir en cada instante nuestras palabras para relacionarnos con los demás, incluso para relacionarnos con nosotros mismos». José Bastida, el protagonista de La saga fuga de J. B. de Torrente Ballester, al comienzo de la obra es un individuo vacío, «un recipiente mudo (p. 43)», pero tiene inclinación a contar historias. Gracias a ello se crea primero unos alter-egos: «cada uno con una manera de pensar y actuar diferente y, no obstante, muy próximos a su creador (Sevilla)»; después, se identifica con Barallobre, que es una persona real; y, por último, es capaz de asumir como propias las características de todos los J. B.: «Al pasar a ser Jerónimo Ballantyne su cuerpo crece y cuando es Jacobo Balseyro da muestras de una decisión y un valor que no había tenido hasta entonces». José Bastida pasa de no tener identidad, a convertirse en uno de los personajes más importantes de Castroforte del Baralla, gracias a su capacidad para narrar.
Los seres humanos tratamos de comprender la Realidad a través de lo que escribimos. Con cada nuevo texto que escribimos, descubrimos nosotros mismos y les descubrimos a los demás un fragmento del mundo: «Su arte consiste en combinar palabras, y lo mismo que un bodegón o un paisaje van saliendo poco a poco de los tubos de pintura, podríamos decir que un cuento, una novela, dormían desde siempre en las páginas del diccionario, o en la cabeza de quien las escribe (Álvarez, p. 111)». Cada uno de los textos que escribimos amplía nuestro conocimiento, pero, como bien dice Borges en La biblioteca de Babel: «El universo (que otros llaman la Biblioteca) se componte de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente». Los escritores, de cualquier disciplina, nos enfrentamos a un reto inmenso. Dice Claudio Magris que «la literatura está siempre buscando, impresionada por algo que se encuentra y que después, según el temperamento del escritor, aparece representado de manera más fiel o más imaginativa, más reconocible o irreconocible, en definitiva transformado (p. 15)». Borges no hace distinciones entre tipos de libros, porque todos ellos nos ofrecen «soluciones», a los distintos problemas que se nos presentan en la vida. Pero, cada libro sólo nos da algunas claves, por lo que debemos seguir escribiendo. No importa lo mucho que se haya escrito previamente. Siempre tendremos libros por escribir, para acercarnos a resolver grandes cuestiones, para estar algo más próximos de construir la Biblioteca de Babel. Escribir nos ofrece una vía para crecer sin límites como seres humanos.
El ser humano tiene la necesidad de ser creativo, de inventar y encontrarse a sí mismo en el modo con que cuenta historias. Tiene «que inventar sus propias expresiones (Kohan, 1998). Observar, anotar, imaginar personalmente, decirlo de un modo original (Álvarez, p. 112)». Vargas Llosa es uno de los muchos autores que señala que lo principal en la escritura es «buscar y encontrar el estilo propio (p. 48)». Pero no por una mera cuestión formal, sino porque, a través de las palabras, descubrimos el mundo. Nuestra capacidad para manejarlas y, si es preciso, inventarlas; nos permite dominar la Realidad. Las palabras son las herramientas con las que designamos lo que hay en el mundo, clasificamos sus elementos y planificamos nuestras acciones. Matías Martí, personaje de La colmena, no es un poeta, sino un inventor de palabras y dice: «Yo soy un inventor de palabras, un creador del lenguaje. Con lo cual, contribuyo a enriquecer el léxico[4]». Las palabras son nuestro instrumento para pensar y expresarnos. Cada uno de nosotros ha de trabajar con ellas en las diferentes situaciones que se presentan a lo largo de la vida. Matías Martí inventa palabras para darnos herramientas con que apoderarnos de la Realidad.
5. Escribir para describir
La descripción puede jugar un papel muy importante a la hora de escribir. Ésta «es muy frecuente en la vida social, y también en la escuela, en la formación y en la investigación (p. 119)». Gracias a ella podemos comunicar nuestras experiencias, lo que nos rodea y lo que imaginamos. Describir es una manera de las maneras para descubrir la Realidad. Cualquier parte de ella. La más hermosa, como la mujer del soneto XXIII de Garcilaso: «En tanto que de rosa y de azucena se muestra la color en vuestro gesto, y que vuestro mirar ardiente, honesto, con clara luz la tempestad serena[5]» y la más horrible, como Dagon, en el relato homónimo de Lovecraft: «Entonces, de repente, lo vi. Tras una leve agitación que delataba su ascensión a la superficie, la entidad surgió a la vista sobre las aguas oscuras. Inmenso, repugnante, aquella especie de Polifemo saltó hacia el monolito como un monstruo formidable y pesadillesco, y lo rodeó con sus brazos enormes y escamosos, al tiempo que inclinaba la cabeza y profería ciertos gritos acompasados». Nada se resiste a la descripción, si tenemos perecía al escribirla.
6. Escribir para exponer y explicar
Los textos expositivos son de gran importancia académica y para el desarrollo del conocimiento. «Comprender y producir textos expositivos, en los ámbitos académicos, como se dice más arriba, citando a Bereiter y Scardamalia (1987), ofrece a los estudiantes la oportunidad de trabajar con su propio pensamiento, en cuanto que pueden aclarar significados, localizar inconsecuencias y contrasentidos, descubrir implicaciones y establecer conexiones entre fragmentos de conocimiento previamente aislados (Álvarez, p. 144)». Cuando exponemos acerca de algún tema, hemos de revisar qué sabemos sobre ese tema y qué no sabemos. Hemos de investigar e ir ordenando nuestros pensamientos de acuerdo a un plan. Y, además, con cierta frecuencia, vamos percibiendo de qué manera aprendemos aquello que estamos investigando. Cada uno de nosotros busca información, organiza los datos, piensa sobre ellos y los escribe con un estilo diferente. Mientras preparamos textos expositivos, aprendemos todo esto. Como dice Álvarez, la escritura es un medio de adquisición de conocimientos de amplio rango, porque la exposición es aplicable a cualquier tema. Dicho de esta manera, pudiera parecer que todos los textos expositivos tienen la misma forma con diferente contenido. Esto sería desastroso, porque llevaría a asumir que en este tipo de textos no hay ningún reto de escritura. No obstante, cada texto «tiene su “propia gramática” (Álvarez, p. 146)». Disponemos de un esquema prototípico de la exposición: pregunta + resolución + conclusión (p. 147). Pero, a la hora de escribir el texto, cada uno de nosotros ha de formular una pregunta interesante, encontrar datos que satisfagan la incógnita y extraer una conclusión que amplíe el conocimiento que se tenía previamente. Y, en cada caso, tendremos que esforzarnos hasta dar con la redacción que haga claro el proceso que hemos seguido. Escribir, tanto en el colegio como en el taller, es una herramienta para que cada uno de nosotros nos impliquemos en la construcción del conocimiento.
7. Escribir para argumentar y contraargumentar
«La argumentación es un tipo de texto muy frecuente en los usos orales y escritos de la lengua (Álvarez, p. 166)» porque es una función principal de la comunicación. Cuando expresamos algo queremos tener un efecto sobre nuestro interlocutor: «desde el momento en que hablamos, ya estamos argumentando, en cuanto que toda palabra es el resultado concreto de la enunciación en situación, pues lo que quiere decir es lo que quiere hacer decir al otro, para transformar su manera de ver las cosas o para hacer actuar de otra manera (p. 170)». En la Literatura tenemos muy buenos ejemplos de persuasión. Los autores nos presentan universos que no existen, pero, si son hábiles, nos convencen de lo contrario. Leemos lo que pasa en sus novelas como si fuese de verdad y vivimos todo aquello que nos cuentan. Dice Vargas Llosa que: «El poder de persuasión de una novela persigue […] acortar la distancia que separa la ficción de la realidad y, borrando esa frontera, hacer vivir al lector aquella mentira como si fuera la más imperecedera verdad (p. 36)». Cuanto mejor manejemos las palabras, más capacidad tendremos para hacer que les lleguen a los otros. La palabra persuasión se carga aquí del valor más positivo que podamos pensar. Todo lo que hemos aprendido, todo lo que llevamos en nuestro interior o todo lo que imaginamos se lo podemos regalar a los demás. Pero, para ello, hay que adquirir una técnica depurada, como dice García Márquez: «Trata de hipnotizar al lector para que no piense sino en el cuento que tú le estás contando. Y eso requiere una enorme cantidad de clavos, de tornillos y de bisagras para que no despierte»[6]. Debemos persuadir, no por cambiar las ideas de los demás, sino porque, cuando estamos dialogando con alguien, las argumentaciones y contraargumentaciones que se suceden nos enriquecen. Todos, en mayor o menor medida, somos lectores y escritores. Todos nos sumergimos en lo que otros cuentan los buenos habladores y queremos ser esos buenos habladores para los demás.
En conclusión, la escritura nos ofrece muchas posibilidades para crecer. Cada tipo de texto tiene una aplicación, pero, cuando una persona escribe un texto, lo hace de un modo creativo, de acuerdo a su experiencia personal. Es muy deseable potenciar la capacidad para escribir de las personas porque les habilita para expresarse, pensar y conocerse a sí mismos. Es una manera de hacer a las personas un poco más logorricos (Fernández, p. 15). Asimismo, la historias unen a las personas que las escuchan. Podríamos decir que escribir nos ayuda a crecer como individuos y nos vincula a los demás.
Referencias
Álvarez Angulo, Teodoro. Competencias básicas en escritura. Barcelona: Octaedro. 2010.
Borges, Jorge Luis. La biblioteca de Babel. Consultado en: http://www.literaberinto.com/
Camus, Mario. La colmena. 1982.
Cortázar, Julio. Último round. Méjico: Siglo XXI editores. 2004.
Fernández Enguita, Mariano. La institución escolar en la sociedad de la información y el conocimiento. En Rafel Feito (Coord). Sociología de la educación secundaria. Barcelona: Graó. 2010.
García Márquez, García. Leer, comprender, escribir. http://www.youtube.com/watch?v=e0E8XgdkQK4
Kundera, Milan. El arte de la novela. Barcelona: Tusquets, 2004.
Magris, Claudio. Narrar con la realidad. Madrid: Editorial Complutense. 2009.
Rovira Celma, Álex. Divinas palabras. País semanal. 11-3-2007.
Sampedro, José Luis. Escribir es vivir. Barcelona: Plaza y Janés. 2005.
Sevilla Vallejo, Santiago. José Bastida: co-inventor de Castroforte del Baralla. El metalenguaje en La saga/fuga de J. B. de Torrente Ballester. Ponencia del Congreso global de Metapoesía Madrid 2010. En prensa.
Torrente Ballester, Gonzalo. La saga/fuga de J. B. Madrid: El País clásicos españoles. 2005.
Vargas Llosa, Mario. Cartas a un joven novelista. Barcelona: Ariel. 1997.
Vargas Llosa, Mario. Escribir una novela. Conferencia que tuvo lugar en la Fundación Juan March el 25-9-2007. Accesible en: http://www.march.es/conferencias/anteriores/voz.asp?id=1541
[1] Seguimos los epígrafes del libro de Álvarez.
[2] Podemos aprender de una persona que nos dé claves de escritura o de los mismos textos. Pero, en cualquier caso, aprender escribir es un proceso, con sucesivas conquistas, guiado por un modelo.
[3] Estas palabras pertenecen a la conferencia Escribir una novela. Hemos realizado la transcripción del archivo sonoro de la Fundación Juan March.
[4] Hemos transcrito estas palabras de la película.
[5] Las citas de este apartado pertenecen a textos clásicos, fácilmente localizables en Internet.
[6] Hemos transcrito un fragmento del video: Leer, comprender, escribir.
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