El burdel de las gitanas (1959) de Mircea Eliade narra las últimas horas de Gavrilescu, un pobre maestro de piano, que hubiera querido ser artista. Gavrilescu recuerda con nostalgia a Hildegard, una amada que tuvo en la juventud. Por otro lado, se siente fascinado por el burdel de las gitanas:
La sombra de los nogales acogió a Gavrilescu con un frescor tan inesperado que no parecía natural, y se quedó durante un instante desconcertado, pero sonriendo de oreja a oreja. Como si se hallase de repente en un bosque, en la montaña. Miraba con asombro, casi con respeto, los grandes árboles, el muro de piedra cubierto de hiedra y, poco a poco, lo fue invadiendo una inmensa tristeza (113-114).
Gavrilescu se siente atraído porque en el burdel viven mujeres inmersas en la naturaleza. Entra y contrata los servicios de tres prostitutas, pero parece que no pretende tanto tener relaciones sexuales con ellas, como estar en los «bosquecillos (116)» y, sobre todo, recordar su pasado con Hildegard. Al principio, apenas recuerda nada de ella, pero en el burdel recupera sus recuerdos. Al entrar en una de las habitaciones del burdel, se siente como si fuera joven y recuerda a su amada: «En este mismo instante, se sintió de pronto feliz como si fuera de nuevo joven, como si el mundo entero le perteneciera, como si también Hildegard le perteneciera (117)». Gavrilescu va recordando su relación con Hildegard por asociaciones. Por ejemplo, cuando le habla la prostituta griega, recuerda que él y Hildegard quisieron viajar a Grecia (124). Gavrilescu sabe que pasó una desgracia con Hildegard, pero no recuerda cual hasta que toca el piano:
Era verano como ahora. Hildegard se había ido con su familia a Köningsberg. Hacía muchísimo calor. Yo vivía en Charlottenburg y había ido a dar un paseo bajo los árboles. Eran grandes árboles centenarios, de sombra densa […] Y allí, bajo los árboles, vi a una chica joven llorando, sollozando con la cabeza entre las manos […] “Gavrilescu”, me dije, “he aquí una persona que debe ser desgraciada”. ¿Cómo hubiera podido imaginarme…? (127).
Al resguardo de los árboles tiene lugar la infidelidad Gavrilescu a su novia. Él acaba casándose con la chica que encuentra en el bosque y, como ambos son pobres, él tiene que dar clases de piano y no llega a ser artista. Gavrilescu reprimió estos recuerdos. El burdel, con sus prostitutas, es el lugar que provoca que surja en la consciencia de Gavrilescu estos recuerdos. Las prostitutas le piden a Gavrilescu que acierte cuál de ellas es la cíngara. Como él no acierta, ellas le dicen que es una pena, porque hubiesen bailado para él, y desaparecen. Gavrilescu deambula por el burdel. Parece deshabitado y hace un calor insoportable: «Ignoraba cuánto tiempo llevaba caminando así en la oscuridad, de rodillas, a cuatro patas, arrastrándose. Lo que peor soportaba era el calor (136)». El burdel se convierte en un lugar de confusión y opresión.
En El burdel de las gitanas, como pasa en El extraño de Camus, el calor se asocia a los momentos dramáticos. Gavrilescu engañó a Hildegard en un momento de calor y en el burdel el calor le agobia. Vuelve a la casa de Otilia, su alumna, pero le dicen que hace años que no vive allí. Monta en el tranvía y el cobrador le pide más dinero que la anterior vez que montó. Gavrilescu se sorprende porque el cobrador y los pasajeros le aseguran que hace años que subieron los precios del tranvía. Se repiten las confusiones. Gavrilescu cree haber pasado unas horas en el burdel, pero, en realidad, han pasado años y su mujer ha muerto.
Ni siquiera hoy se sabe con exactitud lo que pasó. A él lo estuvo buscando la poli durante meses, pero no consiguió encontrarlo ni vivo ni muerto… Como si se lo hubiera llevado el diablo… Pobre señora Elsa; esperó lo que esperó y luego se lo pensó y se volvió con su familia a Alemania (152).
Cuando Gavrilescu regresa al burdel, se encuentra con Hildegard. Ella es un recuerdo del pasado y está muerta y, entonces, se descubre que él también está muerto. En síntesis, Gavrilescu es un hombre anciano, que por una infidelidad arruina su carrera artística y la relación amorosa que tiene con Hildegard. El burdel de las gitanas cuenta el paso de la vida a la muerte, simbolizado como el tránsito entre las ilusiones de juventud del protagonista hacia la decadencia de su vejez. En la página Nasdat.com valoran que esta obra es: «El camino de la vida a la muerte del personaje principal, de lo profano a lo sagrado, se presenta con sencillez y naturalidad. Gavrilescu “pasa al otro mundo” de modo natural, junto a Hildegard, su mujer amada». El burdel en la obra de Eliade es el lugar de tránsito. Gavrilescu entra vivo en el burdel, en él se sume en sus recuerdos y, para cuando sale, está muerto y, por eso, puede reencontrarse con Hildegard.
Referencias
Eliade, Mircea. El burdel de las gitanas. Madrid: Siruela. 1994.
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