viernes, 29 de abril de 2011

Bermejo, Sara. Raimundo, el hombre de madera.

En un pueblecito muy alejado de la ciudad vivían Raimundo y su mujer. Todos los días llevaba a sus ovejas a las más verdes praderas que se veían a lo lejos del pueblo. Era su único entretenimiento y aunque su mujer insistía en que no fuera los días más fríos del año, él la tranquilizaba diciéndole que encendería una hoguera para calentarse.
Como cada mañana, Raimundo se levantó a las seis y media de la mañana, desayunó un cuenco de leche, cogió un buen mendrugo de pan y un buen trozo de queso y se fue al establo a recoger a las ovejas. Cuando llegó a la pradera, recogió algo de leña de los alrededores y encendió el fuego.
Al arrimarse tanto al fuego notó la sensación de cómo si él se estuviera quemando. “Qué tontería”, pensó, así que se apartó, pero la sensación seguía y además, olía a chamuscado.
Así continuó la mañana y a la hora de almorzar Raimundo bajó al río a rellenar su cantimplora y al acercarse un poco se cayó al río.
Raimundo no sabía nadar y comenzó a patalear y a gritar “¡Ayuda, sáquenme de aquí, por favor! ¡No sé nadar!” Pero era inútil, en aquellas praderas tan lejanas no vivía nadie que pudiera oír sus gritos así que decidió rendirse y dejó de patalear.
Pensó que se iba a ahogar cuando notó que estaba flotando.
-¡Estoy flotando, no puede ser real! - exclamó.
Cuando al fin llegó a la orilla con ayuda de sus brazos volvió a toda prisa a su casa.
-¡Francisca, no te puedes creer lo que me ha pasado!
Su mujer salió al recibidor para ver lo que le pasaba a su marido y cuando le vio pegó un grito y al rato comenzó a reírse a carcajadas.
-Pero Francisca, ¿de qué te ríes? –preguntó Raimundo perplejo.
-Raimundo, querido, ¿por casualidad esta mañana te has mirado en el espejo?
-Claro que no, ya sabes que nunca me miro en el espejo por las mañanas.
-Pues ve, mírate y tal vez comprendas mis risas.
Raimundo se dirigió al cuarto de baño y vio en el espejo que ¡era un hombre de madera! No se podía explicar cómo se había convertido en semejante ser sin haberse dado cuenta antes y se empezó a reír. Su mujer acudió al baño al escuchar las risas de su marido y también se empezó a reír.
Con el paso de los días, Raimundo y su mujer descubrieron que, además de flotar, si mentía le crecería la nariz y podía resistir al frío y a todos los golpes sin romperse. Su mujer, cada cierto tiempo le daba ceras, barnices y le pintaba de colores muy chillones para conservarle la madera.
Y así vivieron felices el hombre de madera y su mujer.

1 comentario:

  1. Descripción excelente del personaje. cuentas con mucho detalle tanto la vida cotidiana de Raimundo, como los aspectos que descubre de sí mismo este personaje. Tal vez, falta conflicto. Si que existe mientras Raimundo está solo (se quema y flota para su sorpresa), pero, una vez le explica su mujer qué es de mader, lo asume con naturalidad. Se puede explotar esta situación para plantear algún conflicto antes del desenlace.

    ResponderEliminar