Now, by the gods that warlike Goths adore,
this petty brabble will undo us all.
Shakespeare. Titus Andronicus.
Monostatos estaba a punto de consumar su venganza. Entraría en la ciudad arrasando los campos con sus pies, arrancaría las casas de cuajo, se adueñaría de las reservas y daría su merecido al príncipe, que les había expulsado por ser negros. Sí, por ser negros nada más, porque en la comarca había otros gigantes a los que el pueblo quería y respetaba.
La vida de los gigantes era dura, pero para casi todos tenían sus recompensas. No se les permitía vivir en las ciudades, para evitar que aplastasen a los hombres; y se les destinaban los trabajos más duros: movían las aspas de los molinos cuando no había viento suficiente, arrancaban los árboles necesarios para construir nuevas casas y extraían con sus manos los minerales que usaban los humanos. A cambio, eran alimentados y muy queridos. Frankfurt era una de esas ciudades con sus propios gigantes, Cástor y Pólux, que, además de todo lo anterior, como eran inmensamente fuertes, aseguraban que ningún ejército atacaría la ciudad; por lo que cada primavera se celebraban fiestas en su honor. Cástor y Pólux esperaban a las afueras de la ciudad a que las gentes les trajesen comida y regalos. Se tocaba música y era el único día en que los niños tenían permitido acercárseles y subirse en ellos para jugar.
La vida de los gigantes era dura, pero para casi todos tenían sus recompensas. No se les permitía vivir en las ciudades, para evitar que aplastasen a los hombres; y se les destinaban los trabajos más duros: movían las aspas de los molinos cuando no había viento suficiente, arrancaban los árboles necesarios para construir nuevas casas y extraían con sus manos los minerales que usaban los humanos. A cambio, eran alimentados y muy queridos. Frankfurt era una de esas ciudades con sus propios gigantes, Cástor y Pólux, que, además de todo lo anterior, como eran inmensamente fuertes, aseguraban que ningún ejército atacaría la ciudad; por lo que cada primavera se celebraban fiestas en su honor. Cástor y Pólux esperaban a las afueras de la ciudad a que las gentes les trajesen comida y regalos. Se tocaba música y era el único día en que los niños tenían permitido acercárseles y subirse en ellos para jugar.
En cambio, los hombres no querían saber nada de los Gigantes negros, porque, según contaban las crónicas, hacía muchos años se habían vuelto locos y se unieron para conquistar las ciudades y hacer que les rindieran tributo, como si fuesen dioses. Esto le parecía a Monostatos una gran injusticia. Él no debía haber nacido por entonces y sus padres nunca le habían contado nada. Era posible que la historia fuera una invención de los hombres. A los hombres les da miedo la oscuridad. Era su color de piel lo que molestaba a los hombres, lo que hizo los desterrasen a un páramo del que no debían salir. En cuanto tuvo conciencia del trato que recibían, Monostatos comenzó a odiar al hombre, pero todavía era muy pequeño y débil para hacer nada al respecto. Monostatos se crió más fuerte que sus hermanos y, como era muy hábil con las manos, sus padres le encargaron los trabajos de carpintería. Él debía reparar la cabaña cada vez que se soltaban tablas, protegerla contra las riadas y reconstruirla toda entera cuando el Bóreas se enfurecía.
A veces, Monostatos escalaba las montañas que les ocultaban, para ver los hermosos pastos y ríos que había no muy lejos; después, sentía una mezcla de envidia e ira al pensar que ellos sólo tenían rastrojos y agua parduzca. Sólo podría salir de allí cuando fuese más grande y, para eso, necesitaba más alimentos. De modo que, al caer la noche, salía y unas veces entraba en los graneros, otras devoraba vacas y cerdos y alguna vez, por maldad, arrancaba a los caballos los cuartos traseros de un mordisco. Monostatos no pudo convencer a sus hermanos para que se uniesen a él, ellos no querían ser grandes, estaban bien así. Y sus padres trataron de que abandonase sus planes. Le dijeron que lo que hacía sólo pondría las cosas peores, que los hombres son los dueños de la tierra y los Gigantes negros no lo son y que los que trataron de cambiar las cosas nunca volvieron. Monostatos les llamó cobardes a ellos y a sus hermanos, cobardes por asustarse de unos seres tan insignificantes como los hombres. No sólo no consiguieron amainar su cólera, sino que se confirmó en que debía seguir creciendo, hasta ser más fuerte que Cástor y Pólux y, entonces, se haría con la ciudad. Conforme se comía las cosechas y los animales de las granjas cercanas y, de cuando en cuando, se entrenaba atacando pequeñas localidades; Monostatos creció aún más y su cuerpo se endureció. Creció tanto que ya no cabía en la cabaña donde vivía su familia. Construyó una nueva para él solo y obligó a sus hermanos a que le diesen la mayor parte de la comida que encontraban. Después, tuvo que construirse otra cabaña aún más grande y otra más y otra más… Hasta que su cuerpo fue tan grande que se le veía desde todas partes y era tan duro que parecía hecho de acero.
Entonces, Monostatos cogió el martillo para hacer «algunos cambios», salió del hoyo en el que vivía y se dirigió a la ciudad. De camino su cuerpo hervía de odio y sed de venganza. Sus articulaciones, a fuerza de sus salidas nocturnas, se habían vuelto duras; por lo que avanzaba lentamente; pero él era, sin lugar a dudas, el más fuerte. Además, su imponente figura atravesando lentamente los campos aterrorizaba a los campesinos y a los comerciantes con los que se cruzaba. Llevaba el martillo en alto y, cada pocos pasos, descargaba un golpe con él, no tanto por destruir como por asustarles. Finalmente, llegó a los límites de Frankfurt. Allí le esperaban Cástor y Pólux, que ahora le parecían pequeños y débiles; pero que seguían siendo igual de valientes que siempre. Monostatos les encaró, sintió un odio terrible hacia ellos, que eran amados por los hombres; mientras que a él le reservaron el peor sitio posible. Monostatos tenía el cuerpo endurecido y también su corazón era duro. Todo él era de metal y, cuando quiso descargar el primer golpe sobre sus enemigos, se quedó paralizado. Su cuerpo se había solidificado del todo, salvo el brazo con el martillo que siguió subiendo y bajando, sin peligro para nadie.
Y todos menos Menostatos conocían las consecuencias que tenía para un gigante crecer tanto y hacerse tan fuerte :).
ResponderEliminarUn texto muy imaginativo.
ibso
Es muy creativo y con una gran enseñanza!
ResponderEliminarMuy bueno,me ha gustado leerlo.
Un Saludo ;)
Este relato me hace reflexionar: vivimos llenos de odio por la injusticia, pero la violencia no es nunca la solución.
ResponderEliminarExcelente historia.
¡Saludos! :)
Que imaginación y cuanta reflexión contiene!! La discriminación provoca sentimientos que llegado un momento no se pueden detener, lo peor es aislar al que es diferente, sea por el motivo que sea.
ResponderEliminarUn gusto leerte!!
Saludos!!
Me imaginé la historia con mucha facilidad! me supo a esos cuentos de niños que empiezan tranquilos y terminan siendo, al final, asustadores. En pocas palabras, me encantó, y tu manera de escribr también. Felicitaciones.
ResponderEliminarSaludos~
¡Me encantó cómo relataste esta historia! Es decir, el contenido en sí, de alguna manera guarda tantas reflexiones que es impresionante cómo lo desarrollaste en estas palabras!
ResponderEliminar¡Muchas felicidades! ^w^ Precioso Santiago
Muy buen relato, como ya te han comentado. En el último párrafo se te escapó una tilde en "él más fuerte".
ResponderEliminares un cuento muy chulo y curioso ^^
ResponderEliminarMe has sorprendido gratamente, me encanta el corte de la historia y su final me ha parecido una maravilla, en completa armonía con la imagen que nos has proporcionado. ¡Felicidades! seguimos en contacto ^^
ResponderEliminarHacía tiempo que no leía nada de este estilo, así que me ha gustado mucho. A veces, creyendo uno que hace justicia, sólo consigue empeorar las cosas. Curiosa historia para el gigante de la foto :D
ResponderEliminarExcelente relato y una foto muy curiosa. Puedo preguntar dónde se encuentra ese gigante?
ResponderEliminarTe felicito por ese aire a leyenda que le diste, no es fácil de conseguir.
Besos!!
Me gustó, eres muy creativo, me gusta cómo usas de tu imaginación para representar algo que se da en la realidad, esa sed de venganza por los malos tratos o por injusticias... me gusta tu relato hace que uno reflexione
ResponderEliminarMe alegra que os haya gustado el relato. Maga de Lioncourt: el gigante está en Frankfurt. Es una estatua enorme de metal, junto a rascacielos de negocios, y, como en el cuento, mueve incansable su brazo.
ResponderEliminarDios, ni los gigantes se salvan de la discriminación...
ResponderEliminarQue mundo este!!!!!!!
Besos
El sentimiento de la venganza tan poderoso y grande como tu gigante, ojala la fotografía estuviera más cerca para apreciar a este coloso... Pero ha sido un relato curioso, con mucha imaginación. Excelente
ResponderEliminarha sido muy imaginativo...
ResponderEliminarademás lo has sabido trasmitir muy bien, en ningún momento me he sentido ni fuera de la historia en sí, ni he sentido que faltaba nada. Ha sido muy bueno el relato
Un beso
Qué bueno, Santiago!
ResponderEliminarUna crítica camuflada (o no tanto) en un relato muy ameno. Como dicen por ahí, ni los gigantes se salvan. Un buen principio y un mejor final. Me ha gustado mucho.
Un saludo
Que buen relato, me hizo recordar las leyendas indígenas de seres increibles que siempre terminan siendo piedras, estatuas, animales o árboles, por dejarse llevar por sentimientos negativos o prohibidos... muy bien redactado... te felicito.
ResponderEliminarTe quedó precioso^^
ResponderEliminarLeyenda, moraleja, y algo tan real cuan actual (infelizmente) en nuestra sociedad.
Genial el relato, querido Santiago:D
Kisses
PD: siento no pasarme antes, no he podido hacerlo en todo el día^^
Me gusto mucho :) no me esperaba ese final, lo cual es grandioso! Me encanto como llevaste toda la historia, la redacción. Estupendo! :) Saludos!
ResponderEliminarMonostatos me recuerda al monstruo burbujeante de ira que podemos llegar a sentir a veces, simplemente no pensamos sino que actuamos colericamente, me parece una muy buena lección.
ResponderEliminarSaludos Santiago :D
Buenísimo tu texto. ¿Qué comentar que no se ha dicho ya? Siempre me ha molestado que la gente discrimine y aisle a las personas diferentes... A raíz de esto nace el rencor y... ya se sabe a donde lleva: guerra, destrucción y muerte.
ResponderEliminar¡Un saludo!
Que buen cuento para enseñar a los niños que el odio no nos trae nada bueno y que no hay que discriminar a los demás por ser diferentes.
ResponderEliminarMe ha encantado leerte :)
no puedo dejar de sentir tristeza, es una historia muy triste =( pero creo que la leccion es que la venganza nos conviierte en seres de piedra
ResponderEliminarexcelente, ha sido un placer leerlo,felicidades :)
ResponderEliminarSimplemente excelente Santiago, tocaste un tema que jamás va a quedar de lado, eso si llevandola a un punto de vista diferente.
ResponderEliminarSaludos, y un placer leerte.
Que final tan impactante. Todo el relato tiene un toque a leyenda que me encanta. Una historia dura y con mucho significado, que engancha queriendo saber más de Monostatos. Me ha gustado mucho. Un beso!!
ResponderEliminar