Para terminar de un modo apoteósico, recordaré brevemente La guerra de los mundos (1898). Esta es una novela que despierta la imaginación por el realismo con que narra la destrucción de los alrededores Londres y, si no llega a ser por la poca aptitud de los extraterrestres para sobrevivir en la Tierra, es de suponer que, después, habría narrado la destrucción del mundo. Digo realismo en cuanto que H G Wells cuida mucho la verosimilitud científica acerca de lo que pueden y no pueden hacer los extraterrestres y las cuidadosas descripciones que hace de de los ingenios mecánicos en los que se desplazan:
«Machine it was, with a ringing metallic pace, and long, flexible, glittering tentacles (one of which gripped a young pine tree) swinging and rattling about its strange body. It picked its road as it went striding along, and the brazen hood that surmounted it moved to and fro with the inevitable suggestion of a head looking about. Behind the main body was a huge mass of white metal like a gigantic fisherman's basket, and puffs of green smoke squirted out from the joints of the limbs as the monster swept by me. And in an instant it was gone».
La imagen de La guerra de los mundos fue tomada de:
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